miércoles , 7 junio 2023
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PONER LÍMITES A NUESTROS HIJOS: DIFICULTADES Y CLAVES

PONER LÍMITES A NUESTROS HIJOS:

DIFICULTADES Y CLAVES

INTRODUCCIÓN

En la actualidad son muchas las voces que se alzan en relación a este tema. Que si los padres son muy flexibles, que a mi hijo no me lo toquen, que si lo que yo no pude tener que lo tengan ellos, que la vida ya le irá enseñando y un largo etc. que hace recaer básicamente la responsabilidad sobre los padres. También hay otras muchas voces que responsabilizan de los problemas de los niños a la actual sociedad de consumo, en la que todo vale con tal de conseguir lo que uno quiere y en el menor tiempo posible, “Lo quiero y lo quiero ya”. Por último hay quienes creen que es en la escuela donde se debe de educar y socializar a nuestros hijos, responsabilizando en exceso al profesorado, sobre todo sí tenemos en cuenta que se ha producido una pérdida de autoridad de dicho profesorado.

Todos podemos estar de acuerdo en que, como todo en la vida, es necesario unas normas y unos límites para que, entre otras cosas, el respeto forme parte de las relaciones entre las personas, con el medio ambiente y con la sociedad en general.

Sin embargo cuando no somos capaces de ver más allá de nuestras necesidades, anhelos, deseos e intereses es muy fácil que no se respeten las necesidades, deseos, anhelos e intereses del otro y por tanto las fronteras y/o límites se traspasarán y aquello que no se puede o debe hacer solo tendrá, como única frontera nuestras necesidades y deseos sin contar para nada todo lo demás.

NUESTRO CONTEXTO

En una cultura individualista del primero yo y luego yo, del salvese quien pueda, en la que el otro con sus necesidades, deseos y anhelos no importa o no es tenido en cuenta, en esta cultura digo la solidaridad, el bien común cada vez está más alejado de los valores y parametros a seguir. Todos sabemos que hay muchas personas que son solidarias, que piensan en el bien común y que están luchando constantemente por los más desprotegidos, pero también sabemos que esta sociedad deja al margen a estas personas como productos de desecho de la maquinaria del individualismo consumista creada por los intereses de las grandes multinacionales adscritas a la productividad y el rendimiento por encima de todo lo demás. Las personas interesan y son reconocidas y valoradas mientras entren a formar parte de esta cadena productiva y de consumo; y su supervivencia estará más garantizada en tanto en cuanto más, la persona, mire por si misma dentro de esta caden productiva. Esto influye en que cada día miremos más por nosotros mismos y no tengamos en cuenta al otro lo cual de alguna manera está erosionando lo que llamamos estructuras de acogida como la pareja, la familia, la escuela, etc., estructuras de acogida que siempre fueron los lugares en los que unos importan a los otros y los otros a los unos y que cada vez pierden más protagonismo en favor del individualismo y por tanto denostándose la solidaridad, la empatía y la preocupación por el otro, solo hay que ver las noticias un día cualquiera.

Este contexto social-cultural es en el que vivimos, nacemos y crecemos y es el que nos forma y conforma como personas a través de nuestras familias, que más alla de sus propias singularidades son influidas consciente e inconscientemente por este contexto. Ya se ocupa este contexto con toda su maquinaria propagandística de crearnos necesidades de todo tipo pero relacionadas con el consumo y con la dicha y felicidad que este u otro producto nos reportará. Todos somos producto del contexto que nos toca vivir y la influencia de este en las personas, las parejas, las familias, etc. es inevitable para bien y para mal.

Los padres, a veces, le damos a nuestros hijos todo cuanto podemos en un intento de que no tengan carencias, que no sufran, que no lo pasen mal no teniendo aquellos que otros tienen, de alguna manera procuramos que todas sus necesidades y anhelos sean conseguidos en tanto en cuanto esto esté en nuestras manos. No creo que esto en sí sea nada malo para nuestros hijos, el problema es que en una sociedad de consumo en la que se nos están creando constantemente necesidades, deseos e intereses es muy posible que no podamos conseguir todo aquello que queremos y entonces puede sobrevenir la frustración y/o la búsqueda de estos deseos a toda costa. Si se nos educa en el consumo, en tener, etc., la no tolerancia al frustración nos puede llevar a querer conseguir aquello que nos han hecho necesitar, o desear a toda costa.

El equilibrio y la mesura se ha de conseguir en la familia que desde pequeños nos ha de enseñar a diferenciar lo esencial de lo superfluo, lo necesario de lo accesorio, lo verdaderamente importante de lo banal. Esto hoy día no es tarea sencilla ya que nuestro actual contexto político-social-cultural nos bombardea constantemente con el consumo creandonos necesidades y deseos que si los conseguimos nos proporcionaran la felicidad y sino seremos unos seres frustrados y carentes de valor lo que nos lleva a más frustración e insatisfacción. Como la felicidad es una quimera la búsqueda de esta, en nuestra actual sociedad,  se convierte casí en una necesidad que nos hace esclavos de las mil y una pócimas que el mercado nos ofrece y así nos convertimos en más consumidores todavía, alejándonos cada vez más de nuestra verdadera esencia, de nuestra autenticidad que nos acercaría a sentirnos reales, vitales, con sentido y no tanto a ser adictos del consumo, de lo que sea, y de la inmediatez (lo quiero y lo quiero ya).

Como no puede ser de otra forma nuestro contexto socio-cultural en el que vivimos marca a través de nuestra familia nuestros modos de ser y estar en el mundo y sino media la reflexión y crítica necesaria sobre los tiempos en que nos ha tocado vivir, nos encontraremos como un barco a la deriva al que el mar le llevará donde quiera.

Este contexto apuntado dificulta enormemente la tarea de los padres en lo concerniente a la educación de sus hijos, así como en el poder ser y estar más en consonancia con sus verdaderos anhelos, deseos, necesidades e inquietudes lo que redunda en la dificultad de su tarea como madre-padre. Si los padres no se sienten auténticos, reales, conectados consigo mismos, capaces de vivir según su propia singularidad,  es más fácil que la mercadotecnia les atrape al no existir una sana reflexión y autocrítica pasando a engrosar la enorme lista de personas arrastradas por el consumo ya sea de productos, ideologías, comportamientos de moda, etc., en un intento de llenar y dotar de sentido y significado a su vida; pero como hemos dicho antes ahora ya no tiene el timón.

Este contexto consumista basado en el sistema productivo nos atrapa y por tanto a la hora de educar a nuestros hijos nos lleva a introducirlo en los parametros del tener, del consumir, del lo quiero y lo quiero ya, pudiendo llegar a convertirnos en esclavos de estas sus necesidades empostadas por el contexto con nuestro beneplácito. No obstante, ante la imposibilidad de cumplir con tantas y tantas necesidades, deseos e intereses creados por el sistema, más tarde o más pronto la frustración hará acto de presencia y como no hemos preparado a nuestros hijos para tolerar esta es muy posible que (después de tantas y tantas vueltas que hemos dado creyendo que encontrariamos la felicidad) la insatisfacción, el vacío, la desvitalización y el sinsentido nos envargen sintiéndonos desdichados e incapaces de conseguir eso por lo que tanto hemos luchado. Pero ¡¡¡eureka!!! el mercado se encargará de ofrecernos algo, un nuevo producto, una nueva idea, un nuevo comportamiento, etc. que nos dará la “felicidad” .

Como podemos ver no es tan fácil poner límites a nuestros hijos en una sociedad en la que, tal vez, ni siquiera nosotros como padres somos capaces de discernir donde están los límites.

LAS CLAVES

La clave está en ver al otro como un otro, en reconocer y validar su singularidad, en respetar y valorar sus manera de pensar y sentir aún cuando no la compartamos.

  • Cuando sobreprotegemos a nuestros hijos queriendoles dar todo aquello que no tuvimos o incluso no tenemos les estamos llenando de nuestra forma de ver el mundo, de nuestras expectativas y puede que no nos estemos abriendo a lo que él realmente necesita en ese momento de su vida, no estamos reconociendolé, no le estamos teniendo en cuenta, en definitiva no le estamos viendo. Nuestro hijo pasa a ser una prolongación de nosotros mismos, de lo que nosotros queremos, de nuestras expectativas, etc. Por ejemplo a los padres nos gustaría que nuestros hijos fueran bien considerados, incluso los lideres del grupo, del aula, etc., y esto puede llevarnos a presionarlos en este sentido no teniendo en cuenta, tal vez, sus necesidades de intimidad. Quien no ha visto a esos padres con un hijo de 6, 7 o más años que parece que tienen a un Messi o Cristiano Ronaldo en casa.
  • A veces nuestra vida cobra sentido en función de un otro, vivimos por y para el otro. Nos preocupamos por lo que hace y no hace, por lo que tiene que hacer o dejar de hacer. Nos responsabilizamos de la vida del otro, anulando su responsabilidad lo que puede llevarle a la incapacidad y al sentimiento de no ser capaz de valerse por si mismo con las repercusiones que esto tiene en su autonomía y valoración personal. Cuando quitamos los obstáculos a nuestros hijos, le hacemos tareas que por su edad le corresponden, etc, además de que no aprenden a valerse por si mismos, a levantarse cuando se han caído, etc., les dejamos sin su propio reconocimiento y validación además de la necesaria validación y reconocimiento de las personas más importantes en su vida, pues ellos necesitan ser reconocidos y validados para sentirse valiosos y capaces.
  • Otra manera que dificulta la puesta de límites es cuando sobreexigimos al niño presionándolé, consciente o inconscientemente, para que sea como nosotros queremos que sea. Nuestro hijo para no perder el afecto, el reconocimiento y el amor de sus padres se adaptará a nuestras exigencias, a nuestros deseos y anhelos, pero sacrificando sus propias inquietudes, sus deseos e incluso sus necesidades, será a costa de su propia autonomía y singularidad. De nuevo no vemos a nuestro hijo como un otro singular.
  • Cuando hay problemas de pareja, a veces, utilizamos al niño (consciente o inconscientemente) para sostener nuestra propia valía, para no reconocer nuestros sentimientos de vacío, de sinsentido, etc,. de nuevo el hijo puede ser utilizado para darle un sentido a nuestra vida e incluso ponerlo de nuestra parte con una intención de apartar al otro miembro de la pareja. El hijo puede pasa a cumplir las funciones de los padres, al sostener las dificultades y malos momentos de los padres, preocupándose por ellos e intentando mitigar su sufrimiento, lo que de nuevo les puede dejar a ellos sin un otro que vea sus necesidades, deseos y anhelos. El niño aprende a cuidar del otro para no afrontar sus propias ansiedades y angustias que al no tener a sus padres atentos a ellas se les hacen insoportables.

Estas y otras maneras de relacionarnos con nuestros hijos borran los límites entre los padres y/o cuidadores y sus hijos no fomentando su autonomía e individualidad y probablemente entorpeciendo y dificultando el desarrollo de su identidad singular.

Nuestros hijos necesitan ser validados, valorados, reconocidos en sus desesos, pensamientos y sentimientos para que puedan ir interiorizando que son valiosos, validos y sentirse reales, vitales y con capacidad para afrontar las dificultades que, sin duda, la vida les deaparará.

Esta manera de vincularnos y relacionarnos con nuestros hijos desde el respeto, el entendimiento y la comprensión de sus necesidades les ayudará a construirse como personas que a su vez respeten a los demás, así como las normas y los límites que son necesarios para vivir en sociedad. Desde el reconocimiento y la validación es que uno aprende a valorarse y valorar a los demás así como a reconocerse y reconocer a los demás como seres únicos, con sus propias necesidades, deseos, angustias e intereses.

Por tanto, normas y límites sí, pero desde el apoyo, el entendimiento y el afecto que nos haga comprender la dificultad que se da entre cumplir con unas determinadas normas y límites y la necesidad del niño de afirmar su autonomía e independencia. Hemos de buscar, por tanto, un equilibrio entre la socialización de nuestros hijos y su necesidad de afirmación, autonomía e independencia. Es desde aquí desde donde nuestros hijos serán capaces de afrontar las emociones negativas que aparezcan a lo largo de sus vidas sin tener que recurrir a modos alternativos (alcohol, drogas, violencia, delincuencia, etc.) para mitigar el sufrimiento. Como todos sabemos estos modos alternativos como las drogas, el alcohol, la violencia, etc. en vez de mitigar el sufrimiento y capacitarnos para afrontar los malos momentos nos llevan a la destrucción de nosotros mismos y de todos aquellos que nos quieren, dejándonos en la más absoluta miseria y soledad, a la vez que nos dejan con menos recursos y capacidad para afrontar las emociones negativas y también positivas.

Por tanto es necesario tener en cuenta que:

  • Cualquier sociedad o grupo necesita regirse por UNAS NORMAS que permitan la convivencia.
  • La familia es un grupo social y, por tanto, para organizarse necesita establecer NORMAS Y LÍMITES.
  • Unas normas adecuadas y unos límites claros en el ámbito familiar son una garantía de protección contra conductas inadecuadas en el futuro.
  • Una norma ha de determinar qué hacer, cómo hacerlo y cuándo.
  • La tarea de los padres consiste en fijar normas adaptadas a la edad de los niños y hacerlo de una manera adecuada y flexible.
  • Los niños y más aún los jóvenes se sienten protegidos y queridos cuando sus padres les establecen límites, ya que éstos les proporcionan un margen claro en el cual moverse, desarrollarse y autocontrolarse o regularse.
  • Los límites y las normas son una forma de desarrollar el autocontrol, la autonomía, la responsabilidad, la madurez y el desarrollo en general. La clave es que sean establecidos de manera adecuada, es decir, de forma respetuosa, no autoritaria ni permisiva.

 

José González Guerras

Psicólogo Sanitario y Psicoterapeuta Relacional

Sobre José G. Guerra

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