Estudios sobre el apego, la autorregulación, los procesos de mentalización y la neurociencia nos ayudan a entender como deberían ser los modelos preventivos.
Del análisis en profundidad de los diferentes modelos neuropsicológicos en adicciones surgen diversos aspectos de interés para la prevención:
- En primer lugar, la consideración de la adolescencia como un momento evolutivo clave para el desarrollo de adicciones: al tratarse de un período de reorganización neuronal, aparecen vulnerabilidades que no estaban presentes en momentos anteriores, aunque probablemente la evolución previa del sujeto desde la infancia facilite su aparición.
- Asociado a lo anterior, la consideración de experiencias y aprendizajes previos como elementos de influencia en el posterior desarrollo de la adicción.
- El tercer elemento de especial interés sería la coincidencia en los diferentes modelos en el debilitamiento del control de la Corteza Prefrontal (CPF relacionada con la planificación, la síntesis, la inhibición conductual, etc.) para la regulación de la conducta en beneficio de estructuras más asociadas a lo emocional, como la amígdala, o a las tendencias impulsivas, como el cuerpo estriado.
Por tanto uno de los objetivos del trabajo preventivo estaría relacionado con el fortalecimiento de las estructuras asociadas al desarrollo de la autorregulación desde la infancia, con toda probabilidad acompañado del aprendizaje de un mejor manejo de situaciones con claves emocionales implicadas.
La experiencia nos dice que se pueden desarrollar adicciones a diversas actividades y hábitos, con lo que parece que la sustancia no juega un papel principal; pero, además, parece probable que la historia de cada sujeto, los estímulos a los que ha estado expuesto, las experiencias que ha vivido y los aprendizajes que ha extraído de ellas le sitúan en una posición de mayor o menor vulnerabilidad frente al desarrollo posterior de una adicción.
1.1) RELACIÓN CON LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
Los propios procesos implicados en el manejo de las nuevas tecnologías asociadas al ocio suponen diversas consecuencias que podrían estar en la base de comportamientos compulsivos e impulsivos. Por ejemplo, sólo con apretar un botón se consigue un resultado, automatizándose la gratificación; un uso intensivo de videoconsolas, navegación en Internet o juegos de ordenador deriva, así, en un proceso continuo de gratificación inmediata. Por ello, no es extraño que algunos niños y adolescentes con un uso muy frecuente de este tipo de aparatos puedan mostrar, posteriormente, dificultades para llevar a cabo tareas que impliquen un resultado a medio o largo plazo, que para ellos se presentan bastante menos motivadoras que las que están acostumbrados a hacer.
Otro aspecto a tener en cuenta tiene que ver con las consecuencias asociadas a la toma de decisiones: es poco frecuente que en este tipo de actividades se tomen decisiones valorando los aspectos positivos o negativos de cada opción y aplicando el razonamiento para elegir la posibilidad que más favorece al sujeto. Así, se prioriza la experimentación como aprendizaje, sin hacer un análisis previo de las consecuencias asociadas a una u otra elección. Añadido a esto, la penalización por el error en este tipo de actividades suele ser tener que volver a empezar, con lo que las consecuencias negativas percibidas son pasajeras y, además, controlables, sin que haya un daño irreparable a corto plazo.
Como colofón, muchos de estos juegos ofrecen escenarios e historias virtuales prediseñados y predirigidos: el sujeto sólo puede elegir opciones ya decididas por otros, con lo que no hay necesidad de crear o imaginar alternativas a lo ofrecido. Así, la tendencia a dejarse llevar por un contexto preestablecido puede dificultar, a largo plazo, la capacidad para resolver problemas pensando alternativas creativas o novedosas que ayuden a dar una respuesta adecuada a los obstáculos que se presenten.
En la experiencia cotidiana, nos encontramos con madres y padres que perciben en sus hijos respuestas impulsivas y en algunas ocasiones agresivas, tendencia a jugar compulsivamente, evitando incluso otro tipo de actividades de carácter más social, y un descenso notable en la motivación y el interés por cualquier otro tipo de actividad, incluidas las académicas. Añadido a esto, aparecen problemas para la
atención sostenida, tanto en el aula como en otras actividades que requieren lectura y escritura, con todos los conflictos asociados a estas situaciones.
Podríamos decir que un uso intensivo de este tipo de tecnologías entrena al cerebro para el futuro o lo habitúa a cierto tipo de respuestas ante determinados estímulos. Es un hecho bien conocido que algunas personas llegan a desarrollar una adicción a este tipo de actividades y no parece casual que algunos de los procesos neurocognitivos implicados en este tipo de prácticas también aparezcan asociados a los procesos adictivos relacionados con el consumo de sustancias.
1.2) Vulnerabilidad al estres
Retomando la relación con lo anteriormente expuesto, algunos estudios preclínicos informan de que la CPF es una zona particularmente sensible a cambios en su arquitectura debido al estrés agudo y/o crónico. Según Arnsten, las experiencias de estrés debilitan los circuitos de control y fortalecen las dendritas en la amígdala, potenciando las estructuras asociadas a la respuesta al estrés. Para esta autora, en condiciones normales, la CPF mantiene el control sobre diferentes procesos cognitivos y sobre diversas estructuras cerebrales, un control top-down (de arriba a abajo). Por el contrario, en situaciones de estrés, la amígdala toma el control, libera noradrenalina y dopamina, que fortalecen su función y debilitan la regulación ejercida por la corteza prefrontal, pasando a un funcionamiento bottom-up (de abajo a arriba). En este tipo de situaciones, las respuestas estarían más basadas en lo emocional e irracional que en la planificación.
El estrés crónico durante el desarrollo del cerebro o en la infancia puede tener un efecto particularmente vasto en la estructura y en la función de la CPF en la edad adulta. La exposición al estrés en etapas tempranas de la vida altera la arquitectura y la función de la CPF y produce una mayor vulnerabilidad al estrés a lo largo de la vida.
1.3) DESARROLLO DE LA INHIBICIÓN.
El desarrollo de la autorregulación aparece muy relacionado con diversos comportamientos de los padres en los primeros años de vida. El modelado positivo, la respuesta adecuada ante las pérdidas de control del niño/a o el establecimiento
de relaciones de apego adecuadas son conductas que favorecen el desarrollo adecuado de las funciones ejecutivas y la inhibición conductual. Por el contrario, los extremos en los estilos educativos (autoritarismo y permisividad), así como la incongruencia en el manejo educativo suponen una alta posibilidad de comportamientos impulsivos y antisociales en edades posteriores. Lo que ha dado en denominarse “andamiaje parental”, por ejemplo, parece estar muy relacionado
con el desarrollo de las funciones ejecutivas.
El apego en los primeros años de vida parece ser un factor de primer orden para el desarrollo de habilidades y capacidades cognitivas; aquellos niños que han desarrollado un apego seguro tienen menos probabilidades de presentar problemas académicos o en las relaciones interpersonales que los que han desarrollado un apego inseguro del tipo ambivalente o evitativo.
De manera general, el estilo educativo de los adultos que rodean al niño tendrá una influencia determinante en su posterior desarrollo, incluso en el ámbito de lo neurobiológico. Tanto en lo que se refiere al establecimiento de límites, como a la demostración de calidez y cariño y a la oferta de modelos de comportamiento adecuados, los adultos que se encargan de la educación del niño tendrán un peso relevante en sus conductas futuras.
A la luz de la evidencia científica de que disponemos, educar de forma adecuada promueve modificaciones en el funcionamiento del cerebro, con las implicaciones que esto puede tener para la prevención de adicciones. Aun cuando los hallazgos neurocientíficos de la última década contribuyen a entender mejor los problemas asociados a la adicción de manera individual, debe tenerse muy en cuenta la influencia que el ambiente (familiar, escolar, comunitario) tiene sobre la configuración de los sistemas cerebrales. De hecho, existe un amplio volumen de hallazgos en la literatura científica actual que corrobora que el entorno tiene un peso determinante en el desarrollo neurobiológico y que muchas de las conexiones cerebrales que se conforman o se suprimen (mediante los procesos progresivos como la mielinización o los regresivos como la poda sináptica) están relacionadas con las experiencias vividas, los estímulos a los que se ha estado expuesto y la interacción con el contexto inmediato.
2) Neurociencia, prevención y primeros vínculos.
Aunque ya hemos hecho referencia de diversas maneras a la importancia para la prevención en drogodependencias (y yo me atrevo a asegurar que en la prevención de problemas de conducta y de psicopatología) del entorno familiar y específicamente de la relación padres-hijo, se hace necesario el poder profundizar en la importancia que nuestros primeros vínculos tienen a la hora de crear niños con un apego seguro, con una buena autoestima, con capacidad de autorregular sus emociones siendo autónomos e independientes. Como proponen los modelos basados en la resiliencia hemos de tener en cuenta los factores de protección a la hora de trabajar en la prevención tanto de los trastornos psicológicos, como de los problemas de conducta y de consumo de sustancias. Estos factores de protección están estrechamente vinculados a la relación que los padres establecen con sus hijos (apego, clima familiar, estructura familiar, los padres como modelo, estilo educativo, etc.) ya se directamente o indirectamente. Por ejemplo un niño con apego seguro tiene más probabilidad de ser aceptado por sus compañeros e iguales, ser más valorado por sus profesores, etc con lo que sentirá más satisfacción en la escuela y posiblemente su rendimiento escolar será mejor. A la hora de tomar decisiones respecto al consumo de sustancias o no será más autónomo e independiente y tenderá a tener relaciones con los demás más positivas por lo que probablemente sus alternativas de ocio sean más saludables.
Si un niño tiene modelos que ante los eventos estresantes no solo no se desregulan sino que son capaces de contener las emociones negativas, moderándolas y acompañándoles en la paulatina aceptación de estas, así como responden contingentemente a las demandas, siendo capaces de ponerse en el lugar del niño pero a la vez estableciendo límites desde la calidez y el afecto es probable que aprendan más fácilmente a regularse afectiva-cognitiva y emocionalmente.
Desde la neurociencia, como hemos visto, nos apuntan que las experiencias potencialmente estresantes tendrán un efecto más o menos intenso en la vulnerabilidad del sujeto al estrés en función de la capacidad del entorno para proteger de estos eventos o amortiguar sus efectos, especialmente en los primeros años de vida. Nos dicen que la exposición al estrés en etapas tempranas de la vida altera la arquitectura y la función de la CPF y produce una mayor vulnerabilidad al estrés a lo largo de la vida. Por tanto profundizar en como ha de ser la comunicación entre padres-hijos, el tipo de vínculo, el estilo educativo, etc. nos ayudará a prevenir no solo el consumo de sustancias sino también los trastornos de conducta así como la posible psicopatología ya que estas relaciones que se establecen entre padres e hijos tienen una gran influencia en el desarrollo de la autorregulación del niño al favorecer el desarrollo adecuado de las funciones ejecutivas y la inhibición conductual que tienen mucho que ver con la capacidad de tolerar la frustración, de ser capaces de demorar la gratificación y por tanto de ser capaces de controlar su impulsividad.
EL APEGO. LA FUNCIÓN DE MENTALIZACIÓN SE DESARROLLA CUANDO HAY UNA BUENA REGULACIÓN DE LOS AFECTO DEBIDO AL BUEN VINCULO ESTABLECIDO ENTRE PADRES E HIJOS.
Acordarse de las respuestas marcadas y contingentes, ósea hemos de responder prontamente al verdadero estado emocional que el niño presenta.
El niño establece una relación entre la expresión de sus estados emocionales y la respuesta que observa en la expresión facial de los padres provocada por tal estado emocional. Si la expresión facial de los padres es contingente (el reflejo del estado emocional del niño por los padres se corresponde con tal estado) con el estado emocional del niño, este aprende a regular sus estados mentales. Pero, además, los niños pueden regular, hasta cierto punto, las emociones de los padres a través de la expresión de sus estados mentales. Es decir, el niño establece una conexión entre sus estados mentales y una determinada expresión facial en los padres, (reveladora de un estado emocional) con lo cual puede regular la aparición de tal expresión emocional en el rostro de los padres a partir de su propio estado emocional. Se establece consecuentemente una mutua regulación entre niños y padres. Esto le ayuda a sentir que tiene capacidad para poder influir en los demás y que por tanto es tomado en cuenta y no dejado de lado, lo que contribuye a consolidar el sentido de sí mismo como alguien valioso.