Hoy día sabemos que nuestros mayores viven más, ha habido un aumento de la esperanza de vida debido al desarrollo socio-económico, educativo, social y sanitario. Se calcula que la población mayor de 60 años pasará de 600 millones en el año 2000 a casi 2000 millones en el 2050. El número de personas con más de 60 años será superior al de personas con menos de 15, el grupo de 80 años y más es el que más rápido crecerá. Pero ¿basta solo con el aumento en la cantidad de años vividos? Sabemos que la prolongación de la vida puede conllevar enfermedad, deterioro y discapacidad, por tanto más sufrimiento y dolor. Estaremos de acuerdo en que no solo se trata de dar más años a la vida, sino también más vida a los años.
Es interesante que podamos hacernos la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos envejecer bien? .Esto va a depender de: 1) Factores externos como las condiciones sociales, ambientales, económicas y de servicios sanitarios y sociales que tengamos. 2) Factores internos como la salud conductual y buen ajuste físico, el funcionamiento cognitivo, el funcionamiento emocional-motivacional y la participación social.
Si tenemos una actitud activa podemos influir a través de nuestra conducta, pensamiento y emociones en nuestra calidad de vida, en definitiva en “dar más vida a los años”. También con una conducta activa podemos influir directa o indirectamente en nuestras condiciones sociales, ambientales y económicas, incluso en la calidad de los servicios sanitarios y sociales. Las personas mayores tienen mucho que decir y hacer en su propio envejecimiento, han de darse cuenta que esta actitud activa entre otras muchas ventajas les hará sentir mejor y ser sus propios agentes de cambio.
Entre eso factores que nos ayudan a envejecer mejor está la actividad física que nos facilita tener una buena forma física y salud conductual. El ejercicio físico es positivo para el cerebro, hay una mejor oxigenación por tanto una mejor actividad cerebral. Favorece los contactos sociales evitando la soledad, tiene un efecto positivo en la presión arterial y en la pérdida de equilibrio. Reduce la prevalencia de enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares, así como de la diabetes, artritis y osteoporosis. Favorece la función inmunológica (menos enfermedad) y también es un factor protector de la función pulmonar y aumenta la capacidad vital.
Las personas mayores con hábitos de conducta saludable muestran 4 veces menos discapacidad que los que fuman, beben demasiado, no hacen ejercicio y están obesos. Aún iniciándose tarde los hábitos de conducta saludable y el ejercicio físico su efecto es beneficioso influyendo en el retraso de la discapacidad y por tanto en la calidad de vida y en la longevidad.
Si como hemos dicho antes el ejercicio físico nos ayuda a encontrarnos mejor es importante promover la adherencia a este por parte de las personas mayores (y de la población en general). Para ello deben tener confianza para alcanzar los objetivos, por lo que estos deben ser adecuados a las condiciones de cada uno y ser progresivos en cuanto a ir de una menor dificultad a una mayor exigencia. Ha de procurarse que la actividad física tenga unas condiciones lo más regulares posibles (misma hora, mismo lugar, etc.) para que entre a formar parte de nuestra rutina diaria lo antes posible, ya habrá tiempo de ir creando cada uno las condiciones más acordes para él. También es importante promover el apoyo social del ejercicio, los pensamientos y creencias positivas así como la percepción de apoyo emocional.
Hasta ahora hemos hablado de mejorar las condiciones físicas a través de la actividad física, la cual por cierto no solo tiene que ver con el ejercicio físico, sino que también son muy positivas esas otras actividades como cuidar del huerto o jardín, bailar, tocar algún instrumento musical, etc. Por otra parte sabemos que la actividad física y el ejercicio físico influyen en un mejor funcionamiento mental, tanto a nivel cognitivo (de pensamientos) como a nivel emocional; pero no es menos cierto que el buen funcionamiento cognitivo-emocional influye en unas mejores condiciones físicas, por ejemplo el solo hecho de ser conscientes de que nosotros podemos influir en nuestro propio bienestar ya es el primer paso para lograr este.
La participación en actividades sociales de todo tipo (juegos, bailar, teatro, asociacionismo, voluntariado, etc.,) ha demostrado ser un marcador de buen funcionamiento físico, mental y de bienestar, contribuyendo a generar emociones positivas y por tanto a alejarse de las condiciones emocionales negativas como la depresión, la tendencia al pensamiento pesimista, los sentimientos de soledad, etc. que son características psicológicas estrechamente vinculadas a: la mortalidad, la enfermedad, el suicidio y la demencia en la vejez. Sin embargo la activación de la emoción positiva va asociada a una mejora de la respuesta cardiovascular, inmune y endocrina, lo que ayuda a una disminución de hormonas relacionadas con el estrés y a un aumento de aquellas que tienen efectos positivos sobre la salud. Las personas con imágenes positivas sobre el propio envejecimiento viven 7,5 años más y con mejor salud que las que manifestaban (25 años antes) imágenes negativas.
Entre las emociones positivas y características de personalidad relacionadas con una mejor salud y mayor bienestar personal están:
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El optimismo que es un factor protector de salud y está vinculado a la búsqueda de apoyo social, la capacidad para afrontar los problemas y enfatizar los aspectos positivos en las situaciones difíciles.
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El control personal relacionado con la creencia de que tenemos capacidad para ejercer control sobre el mundo que nos rodea. Nos ayuda a implicarnos y a seguir los programas de promoción de la salud y prevención de la enfermedad, a ser constantes en el ejercicio físico y el mantenimiento de la buena forma física.
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La autoeficacia relacionada con la creencia en nuestra capacidad para conseguir ciertos logros, lo que hace que nos pongamos en marcha esforzándonos por conseguir nuestros objetivos; lo que influye en la efectividad de aquello que emprendemos, como por ejemplo en los entrenamientos para mejorar nuestras capacidades físicas y mentales. Contribuye a percibir las situaciones difíciles relacionadas con el proceso de envejecimiento no como amenazas, sino como retos.
Cuando tenemos un afrontamiento activo centrándonos en la resolución de problemas y dificultades vamos a poder influir en una buena salud física y mental, en una mejor función inmunológica teniendo menos riesgos de enfermedad, en tener menos factores de riesgo cardiovascular y lo más importante sentiremos mayor bienestar subjetivo y una mayor satisfacción con la vida. Los afectos positivos (humor, optimismo, alegría, interés, satisfacción, amor, orgullo…) desempeñan una importante función adaptativa en el proceso de envejecimiento.
A MODO DE CONCLUSIÓN:
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“Desde que nacemos envejecemos”: Envejecer es vivir y vivir es envejecer.
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No puede ser la vejez tiempo de jubilación ni para la mejora personal ni en lo referente a la ayuda a los demás.
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El hombre está hecho para vivir la vida hasta el final, con la mayor dignidad del mundo y no puede ser de otra manera.
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Se hace necesario el reconocimiento de la autoridad, de la sabiduría, de la dignidad y de toda una vida de experiencia de los mayores.
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Es preciso redescubrir el valor humano, el sentido y el significado de la edad avanzada y lo que pueden aportar a la sociedad las personas mayores.